domingo, 11 de noviembre de 2012

Incómoda situación




Varios días habían pasado desde aquel fortuito encuentro entre Erick y yo. Aún no podía creer que, después de varios años, y en una ciudad así de grande, nos podríamos volver a ver. Cuando nos encontramos, él me reconoció de inmediato. Me abrazó fuertemente, me cargó y dio un par de vueltas.

-¡Erandi! ¡Eres tú! -dijo sonriendo.

-Sí, soy yo -le contesté incrédula. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?

-Bien. Gracias. ¡Me da mucho gusto verte! ¿Cuánto hace que no nos vemos?

-Creo que ya tres o cuatro años -le contesté aún desconcertada, pero feliz-. También me da mucho gusto verte.

-¿Estarás en el concierto?

-Sí. Vine con unos amigos.

-Yo también. Espera a que te los presente. Son muy divertidos.

Le sonreí. Él me miró con dulzura y volvió a abrazarme.

-Qué bueno que estás aquí.

De cierta forma, mi sueño había sido premonitorio. Platicamos un rato mientras esperábamos que iniciara el concierto. Me contó acerca de su trabajo como diseñador gráfico en un canal de televisión por cable. Me platicó también que hacía un poco de deporte, y que aún tocaba, de vez en cuando, con su grupo musical. Yo le conté que me faltaba poco para terminar mi carrera y acerca de mis clases de yoga. Nuestra plática fue variada: desde política hasta música, pasando por viajes y tragedias familiares. Hablamos tanto como nos fue posible, pero el tiempo se nos hizo corto.  De nuevo reímos como cuando estábamos en preparatoria, cuando éramos buenos amigos.

Después del concierto que, por cierto disfruté muchísimo, tuvimos oportunidad de despedirnos e intercambiar números de teléfono y direcciones de correo.

Erick me invitó a salir algunas veces . Nos divertíamos mucho. Él me mostraba señales de que no solo quería recuperar nuestra amistad, sino que pretendía retomar aquello que, alguna vez, comenzó a surgir entre nosotros. También había salido un par de veces  con Alejandro. Él me habló claramente: yo le gustaba. Le propuse  que nos siguiésemos tratando, y le dije que sólo el tiempo y el trato, determinaría  si seríamos más que amigos. Tal vez, no habría dudado comenzar algo con Alejandro porque me gustaba mucho, pero, desde que volví a ver a Erick…

Recuerdo perfectamente aquella noche. Después de mi clase de yoga, me dirigí a las regaderas del gimnasio para tomar una ducha. Alejandro y yo iríamos a una exposición de un fotógrafo hindú, después de que él  terminara de impartir su última sesión. Al terminar de arreglarme esperé leyendo en la recepción, mientras Alejandro se bañaba.

-Te ves muy linda -dijo una dulce voz.

Terminé de leer el párrafo antes de levantar la mirada. Para mi sorpresa, era Erick.

-¿Qué haces aquí? -le dije, tratado de ocultar mi asombro- ¿Cómo supiste dónde encontrarme?

-Prometí que sería discreto. Vine para invitarte a salir. Podríamos ir al cine, caminar mientras comemos un helado. Lo que quieras. ¿Te agrada la idea?

-Lo siento pero ya tengo planes -le dije con pesar-. Iré a una exposición de fotografía con un amigo. Lo podemos dejar para otra ocasión.

Alejandro salió y no tuve más remedio que presentarlos. Ambos se saludaron con simpatía, pero se vieron con mirada recelosa. Fue sumamente incómodo. Alejandro despidió a Erick , y cuando él estuvo a punto de decir algo, una voz gruesa y amenazadora interrumpió, gritando una ya muy trillada frase de película, pero que, al oírla en la vida real, hizo que se nos helara la sangre:

-¡No se muevan! ¡Esto es un asalto!



No hay comentarios:

Publicar un comentario