Varios días habían pasado desde aquel fortuito encuentro entre
Erick y yo. Aún no podía creer que, después de varios años, y en una ciudad así
de grande, nos podríamos volver a ver. Cuando nos encontramos, él me reconoció
de inmediato. Me abrazó fuertemente, me cargó y dio un par de vueltas.
-¡Erandi! ¡Eres tú! -dijo sonriendo.
-Sí, soy yo -le contesté incrédula. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?
-Bien. Gracias. ¡Me da mucho gusto verte! ¿Cuánto hace que no nos
vemos?
-Creo que ya tres o cuatro años -le contesté aún desconcertada,
pero feliz-. También me da mucho gusto verte.
-¿Estarás en el concierto?
-Sí. Vine con unos amigos.
-Yo también. Espera a que te los presente. Son muy divertidos.
Le sonreí. Él me miró con dulzura y volvió a abrazarme.
-Qué bueno que estás aquí.
De cierta forma, mi sueño había sido premonitorio. Platicamos un
rato mientras esperábamos que iniciara el concierto. Me contó acerca de su
trabajo como diseñador gráfico en un canal de televisión por cable. Me platicó
también que hacía un poco de deporte, y que aún tocaba, de vez en cuando,
con su grupo musical. Yo le conté que me faltaba poco para terminar mi carrera
y acerca de mis clases de yoga. Nuestra plática fue variada: desde política
hasta música, pasando por viajes y tragedias familiares. Hablamos tanto como
nos fue posible, pero el tiempo se nos hizo corto. De nuevo reímos como
cuando estábamos en preparatoria, cuando éramos buenos amigos.
Después del concierto que, por cierto disfruté muchísimo, tuvimos
oportunidad de despedirnos e intercambiar números de teléfono y direcciones de
correo.
Erick me invitó a salir algunas veces . Nos divertíamos mucho. Él
me mostraba señales de que no solo quería recuperar nuestra amistad, sino que
pretendía retomar aquello que, alguna vez, comenzó a surgir entre nosotros.
También había salido un par de veces con Alejandro. Él me habló
claramente: yo le gustaba. Le propuse que nos siguiésemos tratando, y le
dije que sólo el tiempo y el trato, determinaría si seríamos más que
amigos. Tal vez, no habría dudado comenzar algo con Alejandro porque me gustaba
mucho, pero, desde que volví a ver a Erick…
Recuerdo perfectamente aquella noche. Después de mi clase de yoga,
me dirigí a las regaderas del gimnasio para tomar una ducha. Alejandro y yo
iríamos a una exposición de un fotógrafo hindú, después de que
él terminara de impartir su última sesión. Al terminar de arreglarme
esperé leyendo en la recepción, mientras Alejandro se bañaba.
-Te ves muy linda -dijo una dulce voz.
Terminé de leer el párrafo antes de levantar la mirada. Para mi
sorpresa, era Erick.
-¿Qué haces aquí? -le dije, tratado de ocultar mi asombro- ¿Cómo
supiste dónde encontrarme?
-Prometí que sería discreto. Vine para invitarte a salir.
Podríamos ir al cine, caminar mientras comemos un helado. Lo que quieras. ¿Te
agrada la idea?
-Lo siento pero ya tengo planes -le dije con pesar-. Iré a una
exposición de fotografía con un amigo. Lo podemos dejar para otra ocasión.
Alejandro salió y no tuve más remedio que presentarlos. Ambos se
saludaron con simpatía, pero se vieron con mirada recelosa. Fue sumamente
incómodo. Alejandro despidió a Erick , y cuando él estuvo a punto de decir
algo, una voz gruesa y amenazadora interrumpió, gritando una ya muy trillada
frase de película, pero que, al oírla en la vida real, hizo que se nos helara
la sangre:
-¡No se muevan! ¡Esto es un asalto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario