domingo, 18 de noviembre de 2012

Esto no es un final



Aquel amenazante hombre, cuya voz estremeció a todos los presentes, portaba un arma al igual que los dos tipos que le acompañaban. Le pidió a uno de ellos que se dirigieran a la cajera para que les entregara todo el dinero disponible. Al otro le ordenó que cerrara la cortina del negocio. Los ladrones, además,  comenzaron a tomar cosas de valor. Todo se complicó cuando los guardias de seguridad del establecimiento, quienes se encontraban en el sótano haciendo cambio de turno, se percataron del suceso y se dirigieron hacia donde estaban los maleantes. Inevitablemente, se desató un conflicto en el que los balazos  no se hicieron esperar. Al respecto, Erick y Alejandro hicieron que me precipitara al  suelo mientras me cubrían la cabeza con sus brazos, mientras se escuchaba por todo el lugar los gritos de las personas, los estruendos de los disparos y el ruido de vidrios romperse por doquier.  Por supuesto me asustó la idea de que alguno de nosotros pudiese perder la vida. Cerré fuertemente los ojos rogando que no nos sucediera nada. Aterrorizada, pensaba en mis padres, mi familia, mis amigos, ¡caray! hasta en mi gran danés. Me angustiaba profundamente la posibilidad de no volverlos a ver, pero al mismo tiempo me sosegaba un poco saber que, si muriera aquel día, al menos lo haría acompañada por dos seres muy queridos que me hacían sentir protegida. 

Cuando los tiroteos y los gritos dejaron de escucharse, un escalofriante silencio,acompañado por una densa bruma de polvo, envolvió el lugar. Me estremecí al no sentir a ninguno de mis protectores moverse. De pronto, ambos comenzaron a toser mientras se incorporaban con cautela y me preguntaron si estaba bien. Aliviada de ver que ninguno estaba herido, solo pude contestar que sí.

 Los guardias de los establecimientos cercanos  acudieron para ayudar a someter a los asaltantes mientras llegaba la policía. Sólo después de asegurarse de que ya no había peligro, Alejandro y Erick me permitieron reincorporarme. Por supuesto, los tres estábamos muy asustados. Los abracé y comencé a llorar.Fue evidente que aquello había terminado en tragedia y, en efecto, tanto uno de los guardias como el líder de los asaltantes fueron heridos de gravedad y murieron en el trayecto al hospital. 

Al regresar a casa, abracé a mis padres y a mi hermano y les conté lo sucedido, aunque omití algunos detalles, para no preocuparlos más. Me recosté en mi cama para tranquilizarme. Mi madre me preparó un té para calmar los nervios y  permitió que Sultán me hiciera compañía aquella noche para que guardara mi sueño.

Aquella situación dejó huella en mi vida, ya que, como toda experiencia que te encara tan de cerca con la muerte, hace que valores más tu vida y a todas las personas que están en ella. Ahora estaba segura de una cosa: tanto Erick como Alejandro eran muy importantes para mi y a ambos los quería, pero a quien en realidad quería a mi lado como mi pareja  era a ...    


domingo, 11 de noviembre de 2012

Incómoda situación




Varios días habían pasado desde aquel fortuito encuentro entre Erick y yo. Aún no podía creer que, después de varios años, y en una ciudad así de grande, nos podríamos volver a ver. Cuando nos encontramos, él me reconoció de inmediato. Me abrazó fuertemente, me cargó y dio un par de vueltas.

-¡Erandi! ¡Eres tú! -dijo sonriendo.

-Sí, soy yo -le contesté incrédula. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo has estado?

-Bien. Gracias. ¡Me da mucho gusto verte! ¿Cuánto hace que no nos vemos?

-Creo que ya tres o cuatro años -le contesté aún desconcertada, pero feliz-. También me da mucho gusto verte.

-¿Estarás en el concierto?

-Sí. Vine con unos amigos.

-Yo también. Espera a que te los presente. Son muy divertidos.

Le sonreí. Él me miró con dulzura y volvió a abrazarme.

-Qué bueno que estás aquí.

De cierta forma, mi sueño había sido premonitorio. Platicamos un rato mientras esperábamos que iniciara el concierto. Me contó acerca de su trabajo como diseñador gráfico en un canal de televisión por cable. Me platicó también que hacía un poco de deporte, y que aún tocaba, de vez en cuando, con su grupo musical. Yo le conté que me faltaba poco para terminar mi carrera y acerca de mis clases de yoga. Nuestra plática fue variada: desde política hasta música, pasando por viajes y tragedias familiares. Hablamos tanto como nos fue posible, pero el tiempo se nos hizo corto.  De nuevo reímos como cuando estábamos en preparatoria, cuando éramos buenos amigos.

Después del concierto que, por cierto disfruté muchísimo, tuvimos oportunidad de despedirnos e intercambiar números de teléfono y direcciones de correo.

Erick me invitó a salir algunas veces . Nos divertíamos mucho. Él me mostraba señales de que no solo quería recuperar nuestra amistad, sino que pretendía retomar aquello que, alguna vez, comenzó a surgir entre nosotros. También había salido un par de veces  con Alejandro. Él me habló claramente: yo le gustaba. Le propuse  que nos siguiésemos tratando, y le dije que sólo el tiempo y el trato, determinaría  si seríamos más que amigos. Tal vez, no habría dudado comenzar algo con Alejandro porque me gustaba mucho, pero, desde que volví a ver a Erick…

Recuerdo perfectamente aquella noche. Después de mi clase de yoga, me dirigí a las regaderas del gimnasio para tomar una ducha. Alejandro y yo iríamos a una exposición de un fotógrafo hindú, después de que él  terminara de impartir su última sesión. Al terminar de arreglarme esperé leyendo en la recepción, mientras Alejandro se bañaba.

-Te ves muy linda -dijo una dulce voz.

Terminé de leer el párrafo antes de levantar la mirada. Para mi sorpresa, era Erick.

-¿Qué haces aquí? -le dije, tratado de ocultar mi asombro- ¿Cómo supiste dónde encontrarme?

-Prometí que sería discreto. Vine para invitarte a salir. Podríamos ir al cine, caminar mientras comemos un helado. Lo que quieras. ¿Te agrada la idea?

-Lo siento pero ya tengo planes -le dije con pesar-. Iré a una exposición de fotografía con un amigo. Lo podemos dejar para otra ocasión.

Alejandro salió y no tuve más remedio que presentarlos. Ambos se saludaron con simpatía, pero se vieron con mirada recelosa. Fue sumamente incómodo. Alejandro despidió a Erick , y cuando él estuvo a punto de decir algo, una voz gruesa y amenazadora interrumpió, gritando una ya muy trillada frase de película, pero que, al oírla en la vida real, hizo que se nos helara la sangre:

-¡No se muevan! ¡Esto es un asalto!



domingo, 4 de noviembre de 2012

Electrónica y reencuentros



La tarde caía. Hacía calor y el silencio invadía la casa. El cantar de los grillos anunciaba la llegada de la noche. Me encontraba en mi recámara, recostada en la cama, leyendo un poco. Tomé una pausa para ordenar mis pensamientos, pero, al escuchar el fuerte sonido del timbre de mi celular, me sobresalté. Estiré el brazo para tomar el teléfono que se encontraba sobre el buró. Era mi amiga Regina. Me llamaba para invitarme a un evento de música electrónica, el cual se realizaría en un parque de diversiones, al sur de la ciudad.

-Es este sábado -dijo muy entusiasmada-. Gané unos boletos por contestar una trivia. Son los mejores lugares. Manuel –el novio de Regina- invitó a su hermano y, por supuesto, yo no podía dejar de invitarte. ¿Irás?
- Me encantaría, pero antes debo platicarlo con mi mamá y organizarme.
-Está bien. Espero tu respuesta. Te mando un abrazo, amiga.
-Igualmente un abrazo para ti y gracias por invitarme, Regina.

Estaba muy emocionada. A pesar de que siempre había querido ir a un evento así, nuca  había podido hacerlo. Era la oportunidad perfecta porque estarían algunos de los mejores DJ’s del mundo. Esa noche hablé con mi mamá y, al saber que iríamos acompañadas por el novio de Regina y el hermano de Manuel, ella se tranquilizó. Me dio algunos consejos, como toda madre cariñosa, y me dijo que me divirtiera.

Llegó el día del concierto. Casi no pude dormir por la emoción. Aún era de madrugada cuando me levanté. Me bañé y me puse ropa cómoda: short, blusa blanca y tenis. Casi amanecía cuando los ladridos de Sultán me anunciaron la llegada de mi amiga. Recogí mi bolso y mi chamarra, y me despedí de mi mamá y de mi hermano, quien me dijo: “cuídate mounstrito”. El auto rojo de Manuel, esperaba frente a mi casa. Al subir al vehículo, saludé a todos y partimos.

A medio día, se llevó a cabo la firma de autógrafos a un costado del escenario. La fila era grande, pero el motivo, valía la espera. Después de conseguir nuestros autógrafos, caminamos lejos de la multitud. Yo estaba muy ocupada descifrando las firmas de los famosos, por lo que no puse mucha atención a mis pasos. Fue inevitable que chocara con alguien. Era un muchacho alto. Me apené mucho porque hice que tirara su helado y sus boletos. Me disculpé de inmediato, al tiempo que me agaché a  recoger sus entradas al concierto y él también se inclinó para ayudarme.

-Los accidentes ocurren. No te preocupes –dijo con tono alegre.

Su voz me pareció un poco familiar. Cuando me levanté para ver el rostro del pobre tipo al que había incomodado, me quedé  helada: se trataba de Erick.


domingo, 28 de octubre de 2012

Recuerdos



Sultán me despertó con un lengüetazo aquella mañana. Era tarde. El sol entraba por la ventana y calentaba mi cama. Era reconfortante saber que aquel, era el primer día de vacaciones. Mi mamá había dejado la puerta de la entrada abierta mientras sacaba la basura. Fue así que mi can, pudo subir a saludarme. Me levanté de la cama, lavé mis dientes y me cambié .Sultán esperó pacientemente, echado junto a la ventana y, tan pronto estuve lista, salimos a correr como siempre. Al regresar a casa, pude percibir el delicioso aroma del desayuno, preparado por mi mamá. Estaba ansiosa por sentarme a la mesa, pero antes, debía alimentar a mi hermoso gran danés. A pesar de tener sólo siete meses, ya comía casi un kilo de croquetas a diario.

Era día de limpieza y había varias cosas por hacer. El olor que despedía Sultán me recordó que debía darle un baño. Una vez terminado el trabajo en casa, decidí tomar una relajante ducha. Cerré los  ojos y comenzaron a llegar a mi mente recuerdos de aquellos días de preparatoria, en los que, claro, se encontraba Erick: aquella vez en que fui a su casa para asistir a mi primera  clase de guitarra. Él era el maestro, y yo su única alumna. Era muy paciente y dulce conmigo, aunque no podía evitar hacer bromas con mi forma de rasgar las cuerdas: decía que parecía que fuese a dar un concierto de rock. Lejos de molestarme, eso me hacía reír. Era muy divertido y también apuesto: alto, delgado, tez apiñonada, cabello obscuro y algo rizado, nariz respingada, ojos miel y con una sonrisa encantadora. Me fascinaban sus manos, eran grandes, pero, al mismo tiempo, delicadas. Tenía dedos largos y delgados. Tal vez por eso poseía una increíble facilidad para tocar la guitarra. Para mí, por el contrario, era una tarea que requería de mucha concentración y coordinación. Aquella ocasión, sentí a Erick muy cercano a mí: jugábamos y reíamos todo el tiempo. Al existir tal atracción entre nosotros, creí que le comenzaba a gustar. Poco después, me enteré de que comenzó a salir con su entonces novia, quien, por cierto, no era de mi agrado. Me sentí decepcionada, pero seguimos siendo amigos.

Mis recuerdos, comenzaban a ser  no muy gratos, sin embargo, Alejandro llegó súbitamente  a mi mente, como rescatándome del pequeño trago amargo. Sentía una gran admiración y respeto hacia él. No obstante, y a pesar de mi constante negación, debo admitir que me inquietaba su intrigante personalidad. Vino a mi mente el día en que me caí, al intentar el parado de cabeza: Alejandro me había mirado tan dulcemente...
Cuando terminé de ducharme, escuché que Sultán ladraba y luego sonó el timbre. Mi mamá, subió a mi recámara para avisarme que me buscaba mi profesor de yoga. Su visita, me extrañó mucho. Me vestí rápidamente, y me arreglé un poco. Bajé a la sala y por un momento, me quedé admirándolo casi  boquiabierta ya que por primera vez, lo vi con ropa casual: Jeans, playera negra y una ligera chamarra de algodón en el mismo color. Se veía muy bien. Esa noche, con la galanura que le caracterizaba, Alejandro me invitó  al cine. Por supuesto, acepté.

Después de la película, jugamos hockey de mesa y luego caminamos por los grandes y hermosos jardines de la plaza comercial. Platicamos mucho y de diferentes temas
Me fue a dejar a mi casa. Cuando llegamos, para despedirse, Alejandro  tomó mi mano y la besó suavemente  mientras me deseaba buenas noches.

lunes, 22 de octubre de 2012

Yoga




Escuchaba “Feeling Good “de Michael Bublé  mientras corría por el parque junto a Sultán. Aún estaba oscuro. Repasaba cuáles serían  las clases a las que asistiría en la universidad aquel lunes, cundo un pensamiento, irremediablemente, me asaltó: aquel sueño en el que Érick hizo su reaparición en mi mente .Aquel sueño en el que me había dejado intrigada. Me percaté que era un poco tarde y me apresuré a regresar a casa para tomar una ducha, vestirme e irme a la U.A.M. 

Una vez transcurridas mis clases me dispuse a  asistir  a la sesión de yoga. El gimnasio estaba  cerca de la universidad y la clase  era impartida por Alejandro, un hombre de veintiocho años, alto, moreno, ojos verdes, cabello castaño y corto. Era muy inteligente. En cada clase reflejaba su serenidad, armonía y profundo conocimiento de aquella disciplina que, desde hacía diez años, él había estado practicando. Recuerdo mi primera clase. Parecía ser que el yoga no estaba hecho para mí: no podía concentrarme en la meditación. Creía que era imposible dejar la mente en blanco. Incluso me pareció algo tonto. Además, realizar las posturas o asanas sincronizadas con el control de la respiración me causaba muchas dificultades. Gracias a la ayuda y paciencia de mi agradable profesor, comencé a mejorar y, por supuesto, sentir los beneficios tanto físicos como espirituales. Practicar yoga me ayudaba a relajarme y, por consiguiente, a dormir mejor.

Aquel día, después de unos minutos de respiración, comenzamos a realizar nuevas posturas que implicaban parados de cabeza. Aun con mis dos meses de experiencia en aquella disciplina, el parado de cabeza fue todo un reto. Me costó mucho trabajo lograr hacer la postura. Cuando al fin creí que lo había conseguido, llegó a mi mente el rostro de Érick diciéndome: Qué bueno que estás aquí. Eso hizo que me desconcentrara así que caí hacia atrás dándome un buen golpe en la espalda. Alejandro fue hacia mí y me ayudó a incorporarme. Él me  preguntó si estaba bien y, mientras me frotaba el trasero, le contesté: “Sí. Gracias. Estoy bien”. En realidad me dolía un poco, y me sentía apenada ya que la caída fue bastante graciosa. Después de asegurarse que estaba bien, Alejandro soltó una sutil risa. Delicadamente tomó mi barbilla, levantó mi rostro y dijo:

-Hoy estás muy distraída ¿Estás preocupada por algo?

Creo que me sonrojé, ya que su rostro estaba muy cerca del mío.

- Se acercan los exámenes. Es todo -le contesté con voz nerviosa.

 Él me sonrió y continuó con la clase.